
Durante el citado taller se concretaron cuatro síntomas que pueden alertar de un comportamiento desobediente en un niño, sobre todo si se dan varios de ellos:
- Retrasa el tiempo en realizar algo concreto que se le ha pedido. Por ejemplo se le dice: “María, por favor, recoge la mesa”. Y María no empieza a hacerlo hasta pasados 20 segundos.
- No interrumpe una actividad que está realizando, a pesar de que se le ha pedido expresamente que deje de hace lo que está haciendo. Por ejemplo, “Carlos, por favor, deja ya de jugar a los videojuegos”. Y Carlos, sencillamente, obvia la orden y no lo hace.
- Deja de realizar conductas que han sido establecidas previamente como norma. Por ejemplo, Julia no se lava los dientes antes de dormir a pesar de que en casa se ha dicho que todos deben hacerlo todas las noches.
- Realiza conductas que se le han prohibido explícitamente. Por ejemplo, Juan saca las manos por la ventanilla del coche durante la conducción, a pesar de que explícitamente se le ha prohibido.
La experta sostiene que este tipo de comportamientos tienden a agravarse con el tiempo cuando no se corrigen. Ahora bien, también advierte de que no podemos acusar de desobediente a un niño cuando se dan algunas de las siguientes circunstancias:
- Se le dan al niño normas incompatibles: Por ejemplo, el padre dice una determinada cosa, y la madre otra. Mientras la madre le pide que se siente a comer a la mesa, el padre le reclama para que recoja los juguetes.
- Se le pide que haga varias cosas a la vez: Por ejemplo, se le pide que recoja la mesa y que también haga los deberes. Este hecho puede deberse en muchas ocasiones al propio estrés o estado de agotamiento o ansiedad de los padres, que llegan a perder el control ante los menores.
- Lo invitamos a romper una norma: Por ejemplo, se le dice al niño “ya sabes que no puedes jugar con ese vídeojuego pero como mamá no está, juega un rato”.
A pesar de que Catalina Bríñez hace hincapié en la importancia de estudiar cada caso en detalle, insiste en que se puede enseñar al niño a ser obediente, al tiempo que destaca el refuerzo de los comportamientos positivos y las pautas de crianza positiva como uno de los principales instrumentos para forjar en el menor el valor de la obediencia y respeto al adulto.
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