Este mundo es como un pastel de pasas.
Hay muchas personas que son importantes porque configuran la masa de ese
pastel, el cuerpo que lo une y lo aglutina todo. Orgullosos de serlo porque
reconocen su valor, su fuerza de cohesión, la importancia de todo aquello que
hacen para que la vida de todos sea como es, porque todos interactuamos con
todos.
Y
por otro lado hay otras personas que son las pasas. Se ven a sí mismas feas,
arrugadas, pequeñas en la inmensidad del pastel y que, sin embargo, son esa
parte dulce, anhelada y sorprendente escondidas en el corazón del pastel.
Yo
creo que todas las personas que llegan a una terapia son pasas.
Como todas las pasas, ha cambiado su
piel tersa de uva por una piel un poco dura y correosa por fuera que la primera
vez que las ves, en absoluto te hace pensar que el interior pueda atesorar un
sabor tan dulce.
Comenzó
siendo una magnífica uva: creciendo radiante bajo el sol, llenándose de dulzura
por dentro a medida que transcurrían los días. Con todo ese sabor
característico que le da la tierra en donde nace y que hace que sea personal y
particular para cada una de ellas.
Pero
un día se desprendió de su racimo. Se desconectó del tallo que le mantenía
unida con la savia que la alimentaba,…o se dejó desconectar. Se desprendió de
sí misma. Y comenzó a transformarse en pasa.
Transformarse
en pasa es un proceso que lleva tiempo, no todas las uvas llegan a pasas.
Algunas se malogran por el camino quedando en “mala uva”. Pero llegar a pasa es
un proceso elaborado, difícil y tortuoso. Y recorrerlo sin convertirse en “mala
uva” es un proceso enriquecedor no exento de dureza, porque hay que vaciarse de
uno mismo manteniendo dentro lo esencial.
Vas
perdiendo tu ser original, vas condensando todo lo bueno dentro de ti, lo vas
encerrando hasta que cristaliza convirtiéndose en algo quebradizo a la par que
extremadamente dulce.
Pero
este proceso tiene un precio: abandonarte, dejar de ser tu mismo y tu proceso
natural para empezar a transformarte en lo que otros quieren que seas. En ese
momento comienzas a vivir los anhelos que los demás depositan en ti, los
interiorizas hasta creer que son tuyos.
Vivir las expectativas
de los demás es mucho más fácil que vivir las propias, pero hay que pagar un
elevado peaje. Cuando
fracasas realmente fracasan los anhelos de los demás, sintiéndote protegido de
esa manera, porque tu yo esencial permanece a cubierto. Pero en esa constante
protección nuestros deseos se quedan esperando en el baúl de los recuerdos sin
porvenir.
Protegidos pero llenándose de polvo,
no se transforman en objetivos que nos emocionen, convirtiéndose en una pesada
carga de desilusión, fuente de reproche a nosotros mismos y a los demás y
llenándonos de desesperanza.
Como decía Oscar Wilde “Sé tú mismo, el resto de los papeles ya
están cogidos” No intentes ser lo que crees que los demás quieren que seas,
primero porque es algo que tú crees y en muchas ocasiones no contrastamos, y
segundo porque seguramente lo que estarás viviendo es aquello que las otras
personas quisieron vivir y no se atrevieron. No heredes los deseos de los
demás y crea los tuyos propios, aquellos que te hagan sentir feliz y
conviértelos en tus objetivos. Deja de soñar y comienza a actuar YA,
transformando tu sueño en una visión.
(Modificación del texto publicado por la empresa Ahora+ recursos
humanos)